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El humor sanador

Carecer de humor es carecer de humildad, de lucidez, de liviandad, es estar demasiado lleno de uno mismo, es ser demasiado severo o agresivo y carecer por ello, casi siempre, de generosidad, de dulzura, de misericordia.
 Un santo sin humor es un santo triste y un sabio sin humor, ¿Podría ser un sabio?




 El humor no impide la seriedad en lo que concierne a los demás, a nuestros compromisos y responsabilidades, a la conducción de nuestra propia existencia. Pero impide engañarse o satisfacerse demasiado con uno mismo.
Un poco de humor, un poco de amor: un poco de alegría. Aún sin razón, aún contra la razón.
La lucidez enseña que todo es irrisorio, excepto lo trágico. Y el humor agrega, con una sonrisa, que eso no es trágico, que la situación aunque desesperada, no es tan grave.

 Pero hay risas y risas.
Hay que distinguir el humor de la ironía.
 La ironía, no es una virtud, es un arma que apunta casi siempre contra otro. Es la risa mala, sarcástica, destructora, la risa de la mofa, la que hiere, la que puede matar. Es la risa del odio y del combate. Es una risa que se burla pero no de sí misma, y aunque sea contra el Yo, (autosarcasmo) sigue siendo exterior y nefasta. La ironía acusa, desprecia, condena. Carece de humildad y es pura soberbia, incluso para despreciarse a sí mismo. No desciende a las profundidades.

 El humor se ríe de sí mismo o del otro como de sí mismo, y se incluye siempre, en el sinsentido que instaura y devela. No es que el humorista no considere nada seriamente, el humor no es frivolidad. Simplemente se niega a considerarse él mismo (o a su risa o su angustia) en serio.
 No puede ser permanente ni sistemático, sino sería una defensa, como cualquier otra y no humor.
 Cuando el humor es fiel a sí mismo conduce a la humildad, atenta contra el orgullo y quiebra la seriedad. Es por eso que ha de ser reflexivo. Se puede bromear acerca de todo: el fracaso, la muerte, la guerra, el amor, la enfermedad, la tortura…Lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza a la miseria del mundo, y no más odio, sufrimiento o desprecio. Se puede bromear con todo, pero no de cualquier manera.

 El humor no reemplaza a la acción, y la insensibilidad respecto del sufrimiento ajeno es una falta. Pero también sería culpable, por acción u omisión, considerar con excesiva seriedad nuestros propios buenos sentimientos, nuestras propias angustias, rebeliones, virtudes. La lucidez bien ordenada empieza primero por uno mismo. De allí el humor, que puede hacer reír de todo, a condición de reírse primero de sí mismo.

 El humor es una conducta de duelo (se trata de aceptar aquello mismo que nos hace sufrir), lo que nuevamente lo distingue de la ironía, conducta más bien asesina. La ironía hiere; el humor cura. La ironía puede matar; el humor ayuda a vivir. La ironía quiere dominar; el humor libera. La ironía es despiadada; el humor es misericordioso. La ironía es humillante; el humor es humilde.

 El humor transmuta la tristeza en alegría, la desilusión en comicidad, la desesperanza en gozo…Desarma lo serio, y por eso mismo también desarma el odio, la cólera, el resentimiento, el fanatismo, la mortificación, lo estructural. Reírse primero de uno mismo, pero sin odio. O de todo, pero solo tanto y en cuanto uno forma parte de ello y lo acepta. En el humor hay ambivalencia, contradicción, desgarro, pero asumidos, aceptados, superados en algún aspecto. “El desmentido de la realidad”, dice Freud,” donde hay algo que libera y también algo de sublime y elevado”.
 La ironía es una manifestación de la avaricia.
 El humor, en cambio, es una manifestación de la generosidad: Sonreír de lo que amamos es amarlo mas y mejor, con más ligereza, más ingenio y más libertad. La ironía, por el contrario, solo sabe odiar, criticar, despreciar. Humor es amor; ironía es desprecio. No hay humor sin un mínimo de simpatía, por que el humor advierte siempre un dolor oculto. Simpatía en el dolor, simpatía en el desamparo, simpatía en la fragilidad, en la angustia, en la vanidad, en la falta de significado universal de todo… El humor tiene que ver con lo absurdo, con la desesperanza. La risa no nace del sentido ni del sinsentido: surge del paso de uno a otro, hay humor cuando el significado vacila. Se encuentra entre los dos.
El humor no es lo serio (todo tiene sentido) ni lo frívolo (nada tiene sentido). E un justo medio, inestable o equivoco o contradictorio, que devela lo que hay de frivolidad en lo serio y de serio en lo frívolo. Reiremos tanto mejor, o el humor será más profundo, si el sentido concierne a zonas más importantes de nuestra vida, o cuando lleva aparejados o hace vacilar paneles más vastos de nuestras significaciones, de nuestras creencias, de nuestros valores, de nuestras ilusiones, es decir, de nuestra seriedad. 
Por que siempre hay un sentido que poner en duda, y una seriedad de la que alejarse. Lo revela el humor, y con ello se divierte en vez de llorar.
 Nada es verdad, en el sentido, excepto por la seriedad significativa que le atribuimos, a la que el humor no suprime, pero relativiza, distancia, fragiliza felizmente, y de la cual nos libera, sin abolirla. 


El humor es una desilusión alegre. 

Mi madre matándose de risa de ella misma!! 



 Extracto del capitulo 17:”El humor” Del libro: “Pequeño tratado de las grandes virtudes”
De André Comté- Sponville
(Ed. Andres Bello)

 Resumido por Graciela Vazquez

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